Julián Rossi, un nauta que lleva la bandera del Náutico con orgullo

En el repaso del derrotero náutico de los navegantes que escribieron, y todavía escriben, la historia del Club Náutico Paraná (CNP) desde los cimientos de la vela en el club, Julián Rossi es un protagonista importante. “Es difícil plasmar en tan pocas palabras los 40 años que llevo dentro del club, podría decir tranquilamente toda mi vida”, dijo el navegante.

“Mi padre, Juan Andrés `Juancho´ Rossi, desde muy pequeño practicó deportes náuticos en el Paraná Rowing Club. Y allí conoció a Amado Coccato, quien nos invitaba a navegar en su velero cabinado que amarraba en el predio donde se había construido el Túnel, donde hacía poco tiempo habían comenzado con las tareas de limpieza y traslado de embarcaciones que se encontraban al borneo frente a la costanera de Paraná. Así conocí al Juanita, a los cuatro años, un velero de orza de origen inglés, del tipo White Wind”, recordó Julián.

Sobre sus primeros años como nauta, Rossi contó que “junto a mi hermano íbamos a la Escuela de Vela Río Mío, cuyo profesor era Miguel Reynoso. Navegábamos en Optimist que habían sido donados por la Armada, no muchos tenían su propio barco, me acuerdo que a un amigo su abuelo le construyó uno de madera; pero a todo santo le llega su día y para una Navidad nos llegó de sorpresa un Optimist marca Regge con velas Ferrero y que traía como nombre Trapito”.

“Fue mi primer barco, aunque tuve que esperar un tiempo para que sea mío porque nos turnábamos con mi hermano, hasta que mis padres me compraron el Optimist llamado Grumete. Mi hermano dejó la clase y éste se convirtió en mi segundo barco, y último en esta hermosa clase. En ese entonces el club no contaba con una clase monotipo como para seguir, recuerdo llegaron unos Cadet de madera, un Pampero, que también los habían donado pero no se utilizaban”, comentó el nauta.

El traspaso de clase

Tras sus primeros años en Optimist, la siguiente experiencia náutica de Julián fue navegar en el barco de la familia un Avan 660, llamado Antros. “Innumerables recuerdos vividos donde pude ir aprendiendo de mi padre al arte de navegar. Una vez corriendo en el Antros, en una regata de mucho viento iba al timón rumbo a la llegada, apuntando a los galpones del puerto y sin más el Antros pone su proa al viento, todos me miran preocupados, se había cortado el eje del timón. Esa sería la última regata del Antros que pasaría a manos del CNP para realizar los cursos de vela”, detalló Julián, en referencia al velero escuela que fue restaurado hace poco tiempo.

Luego, “en el afán de mi padre por seguir creciendo en el deporte, en una exposición náutica conocimos a Néstor Betinotti que estaba exhibiendo el Mitiaro 258 y fue amor a primera vista, lo llamó Don Juan. Lo botamos en octubre de 1998 en el Club de Veleros Barlovento, a los 20 días corrimos el Campeonato Argentino y después vendrían dos Rolex Circuito Atlántico Sur”, señaló Rossi.

La crisis no lo detuvo y descubrió una “joyita”

“Corría el año 2001 y me había quedado sin trabajo. Tenía unos federales ahorrados en dólares y empecé a buscar un barco para restaurar, fue así como encontré sin buscar mucho un Miura 25 abandonado bajo un espinillo en el Club. De nombre se decía llamar Alte Kameraden, pero al poner los papeles en regla saltó su nombre original Tessy 3. Con él tuve una larga restauración de la mano de Roberto Heredia, el cual sin dudarlo puso todo su conocimiento para dirigir tal proyecto. Fue más de un año de ir al varadero todos los días, pero mi padre preocupado por mi lentitud apuró las cosas y me ayudó a arbolarlo. Él no sé si sabía lo que estaba haciendo, al fin de semana siguiente le dije que me iba a navegando a Buenos Aires. Sin remedio salió a comprar un motor fuera de borda y así fue como pude navegar mucho en el río de La Plata. Ya para ese entonces no tenía auto, pero sí un velero. Tomaba el colectivo de la noche en Paraná y llegaba a Retiro alrededor de las 7 de la mañana, subía al tren que me llevaría hasta San Fernando, hacía el rol y partía hacia Uruguay”, repasó Julián sobre años difíciles, pero que el amor por estar en el río y navegar, no lo detuvieron.

“En mi primer intento por volver a Paraná se estaba por largar la regata Rosario Buenos Aires y ahí estaba con mi barco, listo para partir, no sé si preparado como los demás barcos pero era lo que tenía y estaba dispuesto al reto. La alegría llegó en los vestuarios del Yacht Club Argentino con los rumores de que habíamos ganado y lo bien que navegaba el miurita”, y agregó: “Ya en Paraná lo navegaba con amigos donde participábamos de todas las regatas y un año decidimos ir a correr a Punta del Este. Se nos negó desde el comité organizador realizar el cruce por su tamaño, pero sí nos dejaban correr las regatas en Punta del Este. Así que sin dudarlo decidimos ir, viaje que nos demandó un mes para estar una noche amarrados en el puerto y poder participar del circuito La Barra. Muchas anécdotas de un gran viaje con amigos del que podría escribir un libro”.

Un proyecto fructífero

Con su velero Tessy en Buenos Aires, Rossi le ofreció al instructor Sergio Ríos realizar cruces del río de La Plata con los alumnos del curso de vela y así fue que se dividió en dos viajes el proyecto, “ya que no entraríamos a bordo todos juntos. Los dos fueron hermosas experiencias, el primero un poco accidentado que terminó en una clínica de San Fernando con Jorgelina quemada por el mate y el segundo fue el comienzo de mi historia familiar con Mariana (su actual mujer)”, rememoró.

Sobre esa tripulación que nació con el proyecto, Julián remarcó que “se rearmó la tripulación a bordo, el 66,66 % de la tripulación era femenina, corríamos todas las regatas del Club con hermosos recuerdos, también los cruces a Uruguay y los viajes a La Plata. Me acuerdo de un Campeonato Argentino donde ya la tripulación había pasado a ser 75 % femenina, al Tessy se sumaba Vanina”.

“Más allá de todas las victorias conseguidas, una que valoro mucho fue haber sido distinguido entre 240 barcos con el premio al Mérito Deportivo en la Zárate – San Isidro. Sumado a esto llegaba la mejor noticia de mi vida, la tripulación pasaba a ser del 80 % femenina, Catalina (su hija) estaba a bordo”, contó con alegría, y comentó: “El tiempo siguió pasando y con sólo cuatro meses de vida, la hermosa Catalina estaba de nuevo a bordo del Tessy para participar de la regata Rosario-Buenos Aires. Para esta oportunidad iba más preparado, llevaba toda la sabiduría de mi padre y mi amigo Gerardo que traía el GPS. Mariana era la encargada de ir alimentando a la tripulante más valiosa, en una cuna improvisada con velas y aparejos. Fue una regata llena de experiencias inolvidables. Ya en el YCA (Yacht Club Argentino) nos esperaba Roberto Rovere y antes de la entrega de premios, todos hablaban de Catalina, que se llevó un caluroso aplauso con el premio ´mojarrita`. La alegría a papá Juancho lo desbordaba, la vida lo había premiado con la posibilidad de correr esta regata con su nieta”.

Chau Tessy, hola Dacarda y Kitchen

“Un día y no sé porque vendí el Tessy, creo que buscaba más comodidad para la familia. Pasó un tiempo, quería un Alpha 25, y así fue que después de varios viajes a Buenos Aires con mi viejo encontramos el Dacarda. Al igual que con el Tessy son innumerables los recuerdos, pero uno que me quedó grabado fue una regata en homenaje a mi papá desde Hernandarias, que corrí en dobles con mi hija”, indicó Julián.

Pero un día el Dacarda también se vendió y llegó “por antojo” un CP 30 de crucero, el Kitchen. “Se aproximaba una nueva Rosario – Buenos Aires y como a los gustos hay que dárselos en vida, mi tripulación estuvo formada por Hugo Velázquez, Cristian Casco (Sam), Roberto Rovere, Rubén Puppo, Mariana y Catalina. Con cada uno de ellos tenía un motivo especial para correr esa regata”, se sinceró. Luego, en noviembre del 2019 Rossi participó de la Buquebus, a bordo iban Dante Maldonado, Sam y Patricio Young, “el barco navegó muy bien”, opinó.

Además, Julián a lo largo de su trayectoria participó de varias regatas internacionales. “Tuve la suerte de poder participar de innumerables competencias a bordo de muchos barcos, no sólo en Paraná, sino también en Punta del Este, Colonia, Montevideo, Río Uruguay, Mar del Plata, Río de Janeiro”.

El buceo, la otra pasión

Rossi fue uno de los propulsores para que el CNP pueda contar con la Subcomisión de Buceo: “Es un deporte que empecé a practicar hace años. En el 2018 surgió la idea junto a Gustavo Abud y su hija Gala de desarrollar esta actividad en el club. A partir de ahí se conformó la primer Subcomisión de Buceo y se comenzaron a dictar los cursos de la mano de Alejandro Calabrese. Me llena de satisfacción que hoy el club sea una entidad reconocida por la Federación Argentina de Actividades Subacuáticas y pueda emitir el brevet a los buzos que finalizan el curso”, valoró Julián.

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Secretaría

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