Desde un primer momento, llamó la atención de quiénes rondaban por el sector a raíz de sus dimensiones y cualidades. No era una embarcación del club, eso estaba claro.
El recordado Club Náutico de la Liga Naval Argentina delegación Paraná solía tener estas cosas.
Allá por febrero de 1981, un velero holandés, tripulado por Herman Willemse, su esposa, Nel Veelo y los jóvenes Miep Scheepmaker y Willy de Leew se amarró por algunas semanas en la dársena de la institución, que le cedió una cálida bienvenida.
Fue un barco que llegó al país a inicio de aquel año como escala de un viaje que tenía previsto dar la vuelta al mundo en tres años. Era un velero cabinado construido de acero naval, con tres camarotes de dos cuchetas cada uno, equipado a su vez con una tecnología de vanguardia para la época.
“Salimos del puerto de Horn, un pequeño lugar de nuestra Holanda natal que lleva el nombre del navegante que descubriera el Cabo de Hornos”, había narrado el capitán de la tripulación, quien contó, según EL DIARIO del 1° de febrero, que habían partido desde su país el 4 de octubre del año anterior, atravesando el Mar del Norte, el Canal de la Mancha, llegando a las Islas Canarias, donde debieron reparar su embarcación debido a una tormenta que los tomó durante la travesía. Después pasaron por Cabo Verde, navegando por el Oceáno Atlántico hasta Recife, en Brasil, previa escala en Salvador de Bahía, Río de Janeiro y Buenos Aires.
“Este lugar, el Club Náutico Paraná, es muy acogedor y aunque está en plena formación, tiene una energía especial. Seguramente, en poquito tiempo sea un lugar todavía más imponente”, había vaticinado Willemse.