El Club Náutico Paraná (CNP) representa para muchos de sus socios su segunda casa. Siempre con el club como intermediario, es posible hacer amigos, aprender de disciplinas náuticas y, sobre todo, a forjar experiencias para toda la vida.
Alicia Leopold es un claro ejemplo de continuidad y perseverancia para la institución. “Me invitaron a hacer los cursos y me enganché, en el año 1993”, recordó Alicia, quien hace años es parte de la Comisión Directiva, actualmente Secretaria.
En una entrevista junto al equipo de prensa del CNP, Leopold repasó sus momentos vinculados a la vela, los asados en la isla y las regatas inolvidables en sus más de 25 años arriba de los barcos. “Como navegante solo me resta agradecer. Como directivo, es una gran regata en la que estás viendo cómo hacer para que el Club se mantenga bien y siga creciendo fuerte, sano, limpio, para que más jóvenes lleguen a hacer deportes náuticos y cada vez más gente se acerque a compartir la vida náutica”, remarcó.
—¿Cómo fueron tus primeros pasos en la vela?
—Me entusiasme con la vela llevando a mis hijos a Optimist. Me invitaron a hacer los cursos y me enganché, en el año 1993. Tuve una entusiasta navegante como instructora, Graciela González, y se armaron grupos para salir a navegar en velero. Hice varios cursos, pero lo más interesante es que apenas empezamos las clases la profe nos mandó a los barcos a correr regatas, dijo: “Se aprende en regatas”. No sabíamos nada y allá fuimos. Por supuesto que de tripulante cero porque los que sabían eran el capitán del barco y los demás tripulantes de ese barco adonde nos habían invitado a la regata. Cuántos enredos con los cabos, cuánto no sabíamos.
Leer el río, aprender las cuestiones del viento, orzar, derivar, viento de proa, de través, de popa, cómo llevar las velas…muchas cosas, pero todo se aprende. Una de las cosas más complicadas fue el manejo del Spy, le tenía terror pero después me gustó, salvo cuando hay vientos muy fuertes o noches muy cerradas.
—¿En qué embarcaciones pudiste navegar?
—Empecé con el Campanita, ya no está en el Club. La primera clase la pasamos sacando agua de la dentina antes de partir. Pensé “qué dura la vida del navegante”. Pero era solo porque en algún lado le entraba agua. Después anduve en el Cielo del “Chacra” Gallino y en el Sorpresa del “Rauli” Dorbessan. En el Antros (Barco Escuela) pero por poco tiempo. Seguíamos haciendo cursos dos veces a la semana, a veces tres.
—Tu primer barco propio…
—En el año 1995 empecé con mi barco, el velero Borinquen, un 23 pies y medio. Noble barquito que me dio muchas satisfacciones. Con ese corrí regatas locales y cruceros durante mucho tiempo. Fueron muchas regatas: Santa Fe; Diamante; El Cerro; Curtiembre; La Paz; Santa Fe-Rosario; Rosario-Buenos Aires. Había que aguantarse el mal tiempo, o mucho calor, la falta de viento o el viento excesivo… Pero cuando te ataca la “naveguemia” todo es posible.
—¿Qué recuerdos tenes de los primeros años en el Club Náutico Paraná?
—Cuántos asados en la isla compartidos con las otras tripulaciones; perdida y rescate del ancla, lluvias, protestas, en fin…. Mis primeros años en el Club fueron de mucho aprendizaje. Era muy terrícola. Así que acercarme al mundo de la naútica, al maravilloso mundo de la vela, aprender muchas cosas en el Club, que en ese entonces era más chico y con menos socios y nos conocíamos más.
Desde participar en los Gran Prix de Optimist y después también de Laser, acompañar a mis hijos a Santa Fe, Junín, San Pedro, San Nicolás, Córdoba, ser veedora de boya, hasta acercar nuevos amigos y a hacer vida de club. Mucho compañerismo, mucha vida familiar por ese entonces.
—¿Qué regatas de veleros cabinados más te marcaron y por qué?
—Entre las regatas que más me marcaron tenemos las de larga distancia. Eran las que más me gustaban. Y de las más sacrificadas las de Paraná/Santa Fe-Rosario y Rosario-Bs As. Navegando día y noche con los empujes cruzándote, te daba temor si estás sin viento. Pero todo eso me permitió conocer más el rio, los paisajes, arroyos, riachos y los peligros, recuerdos de navegar tres días con lluvia a baldazos.
Mis primeras regatas también me marcaron mucho, cuando no sabes casi nada y quieres aprender todo y nunca alcanzas a saber todo. Me enseñaron lo linda que es la vida en el agua, cuántas cosas y lugares hermosos se descubren, cuánto se aprende.
Después cambié el barco a uno más grande, el Yunta Brava, que aún tengo. Es más cómodo y continúo corriendo algunas regatas, sobre todo las crucero que son las que más me gustan.
—¿Qué significa el Náutico en tu vida, tanto como navegante como directiva?
—El Club Náutico es algo muy importante en mi vida. Ya cumplí mis “Bodas de Plata” con la vela y un poco más con el CNP. Me puse la camiseta y la sigo llevando. Son amores, lo vi crecer y me siento partícipe de eso. Es mi Club. Allí con los niños, jóvenes, grandes, se establecen muy lindas relaciones.
Por otro lado ser directivo del club es responsabilidad. Es tomar decisiones en conjunto, discutir de economía, de obras, personal, embarcaciones, nuevas posibilidades, es todo un mundo y un desafío. Es ser parte de una empresa y eso significa responsabilidad como dije. Pero por suerte todo va bien. Ahora con el tema de la pandemia del Covid-19 hubo que tomar muchas decisiones. Por suerte el presidente Leo Díaz y su equipo han trabajado para el bien de todos. Siempre se espera que los socios acompañen y que vuelva la normalidad. Y que chicos y grandes disfruten de la belleza, oportunidades, espacios, deportes que el Club ofrece.
—¿Qué podes reflexionar después de disfrutar por tanto tiempo, y seguir disfrutando, de la vela? ¿Qué aconsejarías?
—Como navegante solo me resta agradecer. Como directivo, es una gran regata en la que estás viendo cómo hacer para que el Club se mantenga bien y siga creciendo fuerte, sano, limpio, para que más jóvenes lleguen a hacer deportes náuticos y cada vez más gente se acerque a compartir la vida náutica. Y sobre todo (y esto ajeno a todo feminismo) me gustaría que más mujeres hagan los cursos de vela y se animen a correr regatas. Porque es simplemente emocionante!!!